Poco nos detenemos a observar cómo nuestras palabras
impactan. Podemos estar tan acostumbrados a expresar de cierta manera sin
reflexionar en lo que las palabras, el tono y la situación en que las decimos
generan efectos en los otros. Y los efectos más importantes son los que ocurren
dentro de la familia, porque es en la familia en donde la mayoría de la gente
aprendió una manera de expresarse y construyó los cimientos de su autoestima.
La comunicación es básica para la convivencia y las personas
comunicamos todo el tiempo, pero ¿qué construyen o destruyen las palabras? Pues bien, ciertas palabras tienen impacto
sobre la seguridad personal y sobre nuestra relación con los demás. Palabras
que implican juicios, etiquetas e insultos que causan dolor; o los gritos,
reproches y amenazas que dan miedo, nada tienen que ver con un ambiente
familiar propicio para el desarrollo y el bienestar.
Queriendo educar, o corregir a los hijos no se justifica
lastimarlos, aunque hayan cometido errores. La educación responsable construye
la autoestima y fortalece relaciones de confianza. El aprendizaje está más
influenciado por nuestro ejemplo como adultos que por múltiples regaños y
maltrato. Límites y consecuencias sí, son necesarios, pero acordes a la edad y
planteadas con dignidad para los menores, relacionadas con algo específico que
se requiere enseñar, no como un acto de frustración o desquite.
Analicemos algunos ejemplos. En lugar de decir: “Eres un tonto porque sacaste malas
calificaciones”, mejor decir “Veo que tus calificaciones fueron bajas, ¿qué
necesitas para mejorar?” Evitar
decir: “Eres un flojo”, mejor: “No
has estado cumpliendo con tu responsabilidad, te pido que recojas tu cuarto”.
Cambiar el “Siempre te portas mal “
por: “Eso que hiciste no estuvo bien, te pido que no lo repitas”. Se trata de no poner etiquetas, y se
busca motivar, formar hábitos, generar confianza y respeto. Recordemos que en los
primeros años los niños se ven a sí mismos a través de los ojos de sus padres o
de los adultos que están a cargo.
Esto de comunicar constructivamente es un arte que inicia
con la observación de lo que hacemos y decimos para que sea congruente con
nuestros sentimientos y visión del futuro. Vale la pena resolver las propias
heridas de la infancia, desechar estilos que no nos ayudan y que pudieron
causarnos daño a nosotros mismos.
Cuatro ideas que
pueden ayudar para que nuestras palabras sean más constructivas:
- Hacer una pausa, evitando comunicar cuando nuestras emociones de enojo sean muy intensas.
- Poner atención al volumen de nuestra voz. Las palabras pueden ser poderosas sin necesidad de gritar.
- Practicar el cambio de adjetivos (etiquetas) por descripciones de la conducta.
- Transmitir aprecio aunque estemos regañando o corrigiendo una conducta.